Para decorar con cuadros, lo primero que tenemos que tener en cuenta es el estilo que queremos darle a la pared. Con un poco de sentido común podemos obtener grandes satisfacciones tras escoger un cuadro, pero antes de escoger siempre hay que tener en cuenta su motivo, las medidas y el lugar que le tenemos reservado.
¡Un truco!
Cerremos los ojos e imaginémonos el cuadro en el lugar donde lo queremos colocar… ¿Nos gusta?
Escoger cuadros para decorar una estancia implica unos instantes de reflexión. No es suficiente con que la obra en sí nos guste. Lo realmente importante es el impacto que las obras tienen en la estancia. Y todos los cuadros tienen un impacto. Los hay de muchos tipos (abstracto, modernos, de paisajes, urbanos) y realizados con diferentes técnicas (oleo, carboncillo, fotografía, impresión).
Si, por ejemplo, queremos decorar una oficina, quizá lo más adecuado sea recurrir a paisajes urbanos y modernos o a un cuadro abstracto que nos transmita dinamismo. En el hogar podemos permitirnos gustos más personales, y decantarnos por un oleo figurativo si queremos tener una imagen emotiva y cercana en nuestro entorno (un retrato, una planta, paisajes rurales o marinos).
Pero no sólo el motivo y la técnica utilizada son importantes. En este caso, el tamaño sí importa. Un cuadro grande puede llegar a intimidar si la sala en que se encuentra no resulta también espaciosa: ni se lucirá el cuadro ni se lucirá la estancia, con lo que el efecto producido será contraproducente. Tampoco un lienzo muy pequeño, o una serie de ellos que obligan a una observación detallada, tiene a priori mucho sentido en el lugar de trabajo, donde lo que más se puede buscar es la creación de un ambiente.
La disposición de las obras también es importante, por lo que tendremos que evitar ponerlas muy altos o muy bajos. Lo ideal, a la altura de los ojos 😉